El comedor puede acoger en su mesa hasta treinta comensales. Con una monumental lámpara de bronce cuya luz ha iluminado a los más ilustres visitantes, en sus paredes cuelgan cuatro espejos italianos que multiplican el espacio y facilitaban la visión de los invitados entre sí.
Una estancia que alcanza su máximo esplendor de la mano de Juan Pedro Aladro Domecq.